Fútbol, semántica, y violencia política

Algo que tienen en común el periodismo y la poesía es que la elección de las palabras con las que se describe un hecho determina su significado, tanto o más que el hecho en sí.

La trama: cómo fue el apriete de la barra brava de Independiente a Ariel Holan que puso en jaque a todo el club es un artículo en la sección Deportes.

Continúa la extorsión sistemática en la vía de pública de bandas criminales a cara descubierta sería la noticia principal en la sección Policiales, si no la tapa de un diario.

Luego de décadas, el Estado Argentino sigue siendo incapaz de eliminar o contener cárteles criminales cuyos miembros operan abiertamente, cuentan con un significativo apoyo popular en algunas de sus actividades, y controlan de facto, si bien no de manera contínua, ciertos espacios físicos dentro del territorio nacional pertenece a la sección Política.

El término mafia, aplicado a las barras de fútbol, es más que metafórico; la combinación de debilidad estatal, integración con la cultura popular, relación casi simbiótica con organizaciones legales, y uso sistemático de la extorsión como una de las fuentes de financiamiento de otras actividades criminales, es un paralelo cercano al rol tradicional de las organizaciones criminales en Sicilia, con el fútbol reemplazando a las actividades religioso-sociales como fuente de validación social, al menos nominal. Y el control regular que tienen las barras sobre los estadios, si fuese contínuo en vez de durante los partidos, no sería menos serio, políticamente hablando, que la pérdida de soberanía del Estado de México sobre partes de su territorio a manos de organizaciones criminales.

Esto es algo característico de la política en su sentido más amplio: si las barras de fútbol estuvieran empezando sus actividades, serían consideradas un desafío inaceptable al sistema republicano. Tras décadas de existencia y su mimetismo con una muchas veces mítica “hinchada pacífica,” viven en la sección Deportes. Ocasionalmente uno o dos miembros importantes de una barra son puestos en prisión por actos puntuales, e ignorando patrones sistémicos de actividad criminal; exactamente como en el caso de los cárteles en México o la mafia en Sicilia, esto tiene solo un efecto parcial en el poder de esos individuos, y absolutamente ninguno en las organizaciones mismas.

No son solo “algunos violentos,” y tampoco son una aberración social, o un problema ético o de educación. Son parte de la estructura social y política Argentina, y mientras sigan apareciendo en la sección de deportes de los diarios, lo van a seguir siendo.