-Así como se considera en otras áreas de la cultura, que la creciente automatización o el empleo de algoritmos libera el tiempo y los recursos humanos, ¿es posible pensar en la AI como una herramienta “más” para el artista? ¿La posibilidad de dejar las preocupaciones por la técnica o los procedimientos de lado y concentrarse en la pura creación?
Es una pregunta interesante, porque revisita una de las cuestiones básicas en el arte: ¿cuanto tiene que "poner" un artista, y con qué grado de control, para que algo sea considerado "arte"? Una forma de ver el arte asistido por AI es como parcialmente equivalente al cine, donde un director da indicaciones con diferentes grados de especificidad, y otros agentes (actores, vestuaristas, etc --- y ahora AIs) las implementan, siguiendo las instrucciones pero inevitablemente con sus propios recursos y estilos. Esto no es exclusivo de formas relativamente modernas de arte: la ópera, el teatro, la arquitectura, todas han sido siempre actividades de creación al menos parcialmente grupales. La misma idea del artista individual como motor creativo único, independientemente de la a veces masiva colaboración necesaria de parte de otras personas, no es históricamente universal.
A nivel pragmático, vamos a ver una explosión en la cantidad y complejidad de todas las formas de arte, generalizando lo que pasó con la tipografía y el diseño gráfico a partir de las primeras herramientas computarizadas.
Conceptualmente, imagino un cierto nivel de crisis filosófica en la crítica artística --- cuando un artista dio, digamos, una página de instrucciones, y una AI tomó billones de decisiones para implementarlas, ¿de quién viene el arte? ¿Juega algún rol el programador? ¿El matemático que diseñó el algoritmo básico del software, aunque ni el algoritmo ni el matemático sepan nada de arte?
Va a ser en cierta forma una versión condensada de problemas filosóficos y sociales similares en toda la sociedad. Si casi todas las decisiones las toman las AI de la empresa, ¿qué rol juegan los ejecutivos? ¿Le damos el Premio Nobel solo al científico, o también al programador que hizo la AI que "pensó" buena parte de los papers? ¿O se lo damos también a la AI?
Mención aparte merece la idea de AI en sí como arte. Me parece fascinante --- así como hay un concepto de elegancia artística en matemáticas, hay uno, mucho menos desarrollado, en el software, y ciertamente va a haber uno en el diseño de AIs. No lo imagino como una disciplina artística reconocida explícitamente, pero sí como un arte sin nombre que va a influenciar profundamente cómo experimentamos e interactuamos con el mundo. Los diseñadores de videojuegos son un ejemplo contemporáneo de esto. La realización artística de un juego no es el programa en sí, sino las horas en las que la persona está jugando, y durante este juego, lo sepa la persona o no, está interactuando con una inteligencia artificial, no importa cuán sofisticada o primitiva. Las características de esta inteligencia artificial determinan la naturaleza y dinámica del mundo ---no cómo luce, pero qué hace--- ya sea a nivel de los personajes virtuales como de la lógica y la física del juego. Cuando la interacción con un personaje virtual es el juego (como ya es el caso en el género, predominantemente Japonés, de simuladores de citas), se vuelve evidente cómo el diseño de una AI puede ser una disciplina artística en sí misma, una mezcla de escritura de guiones, psicología, y linguística aplicada; pero esto es solo la expresión más pura de un arte que ya afecta la experiencia estética de cada interacción que tenemos con un juego, un sitio web, o cualquier otro programa.
-Replanteos troncales que disparan estos desarrollos: qué trabajos deberíamos y no deberíamos estar haciendo, qué significa crear, pueden las máquinas ser creativas.
Hay una frase de Dijkstra (uno de esos programadores legendarios pero desconocidos para el público en general) que se aplica muy bien a nuestra relación con las computadoras: "La pregunta de si las máquinas pueden pensar… es tan relevante como la pregunta de si los submarinos pueden nadar." La creatividad o no de las computadoras va a ser, creo, un tema para filósofos, críticos, y seguramente artistas. Para la mayoría de nosotros, simplemente vamos a ver un aumento enorme en la belleza del mundo (o por lo menos en su potencial; como civilización, no somos necesariamente buenos transformando este potencial en realidad). Todo vamos a tener a nuestra disposición, tal vez no los mejores compositores, pintores, arquitectos, etc, del mundo, pero sí unos bastante buenos --- ¿cómo no va a mejorar esto nuestra calidad de vida?
Esto no necesariamente va a llevar a la desaparición del rol del artista o la mística cultural de la creación. Tenemos cámaras de video en cada bolsillo, y generamos cantidades poco creíbles de horas de video por segundo, pero sin embargo el cine es negocio y es arte. Los editores de texto y la web han hecho de esta una edad de oro de la escritura amateur, la que complementa pero no reemplaza la escritura profesional. Todos podemos crear imágenes con Photoshop, y muchos lo hacen, pero los mejores siguen siendo considerados artistas. El uso de herramientas de AI aumentará enormemente el rango de lo que los amateurs podrán hacer, pero eso no hará más que aumentar también las capacidades de los profesionales y de los genuinamente talentosos. Cambiará tal vez, como siempre cambia, el tipo de habilidades necesarias; habrá más arte mediocre (pero mejor en términos absolutos!), pero el mejor arte será mejor --- dadas diferencias innatas de talento, y adquiridas de entrenamiento y posibilidades, ninguna herramienta nueva de creación elimina la diferencia entre el artista y el amateur, sólo le da una forma de evidenciarse.
¿Qué significa crear? va a ser una pregunta secundaria en relación a ¿cómo es un mundo donde al menos ciertos niveles de creatividad están disponibles de manera prácticamente infinita? El resultado más probable es el menos espectacular, pero el que refleja mejor la forma en que las culturas humanas han reaccionado siempre a la disponibilidad de nuevas formas de creación, ya sea artística o material: primero una combinación de entusiasmo y pánico moral, luego acostumbramiento, y después cierta incredulidad de que haya sido alguna vez tema de discusión.
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