El modelo de Apocalipsis Judeo-Cristiano, derivado históricamente del Apocalipsis de San Juan, tiene tres características que enmarcan su rol la cultura occidental:
Es una revelación (el significado literal del término apocalipsis); en otras palabras, es una predicción sobre un futuro fijo e inevitable, no una advertencia o una posibilidad. En la escatología cristiana, el Juicio Final en sí no puede ser evitado --- lo que uno puede hacer (salvo en algunas variantes del protestantismo) es intentar salir bien librado.El apocalipsis como juicio no es tampoco una característica universal. Muchas culturas tienen conceptos del fin del mundo en los cuales el fin del mundo es el fin de todo el mundo, independientemente de sus cualidades. Por otro lado, el "premio" a pasar el Juicio no necesariamente solo el Cielo; muchas variantes del cristianismo, incluyendo la mayoría de las versiones del protestantismo que formaron parte de la colonización inicial de los Estados Unidos, ponen énfasis en la promesa (para los sobrevivientes) de un reino terrenal materialmente próspero y políticamente estructurado, obviamente, a partir de principios religiosos, con la guía y protección directa o indirecta de fuerzas divinas.
Mucho del discurso tecno-utópico, especialmente durante las burbujas, sigue líneas estructuralmente similares, aunque ---generalmente--- en un contexto enteramente secular.
El elemento clave en la retórica de Silicon Valley es El Futuro, énfasis en "el." La extrapolación de tendencias económicas y tecnológicas se hace de manera acrítica (con la Ley de Moore tomando el rol de profecía en vez de benchmark auto-asumido), y, a veces coincidiendo de manera paradójica con llamados a "cambiar el mundo," este futuro --- "digital," "conectado," "global," etc --- se dá por conocido e inevitable.Este futuro profetizado no es para cualquiera: premia a las organizaciones e individuos con ciertos conocimientos, que usen ciertas tecnologías de cierta manera, y castiga a las que no. Tanto los castigos como los premios se describen colosales. Las empresas "virtuosas" valdrán billones de dólares, las empresas que no se ajuesten a este futuro, desaparecerán. Este futuro es funcionalmente un filtro, y los "sobrevivientes" vivirán en un mundo próspero y políticamente estructurado, obviamente, alrededor de estos principios organizacionales y técnicos.
Es obvio que algunas compañías sí pasan a valer billiones, que ciertas tecnologías sí terminan afectando de manera radical economías y sociedades, y que ciertas extrapolaciones de avances técnicos y científicos son, dados nuestros conocimientos actuales, razonables. Pero la forma en que estas observaciones son tomadas y organizadas como relato cultural obedece más a una herencia retórica, psicológica, y social de casi dosmil años que a un análisis detallado de posibilidades.
Esto es en cierta forma inevitable: un plan de negocios, en el contexto de una economía de startups, es más un enunciado de principios que un modelo financiero --- necesita transmitir una visión, y en la cultura occidental hay pocos arquetipos más efectivos para esto que un apocalipsis sumado a reglas para sobrevivirlo. La cultura americana, por más que sea percibida como radicalmente secular en muchos países, está en realidad permeada de una profunda religiosidad, incluso en contextos sin un contenido religioso ostensible: buena parte de los EEUU fueron colonizados, directa o indirectamente, por grupos con el objetivo deliberado de establecer comunidades guiadas por principios religiosos que garantizarían beneficios tanto espirituales como materiales (Massachusetts, por ejemplo, fue colonizado por refugiados religiosos, y su prosperidad y éxito comercial fueron tomados como muestra de recompensa divina a su adherencia estricta a la forma de vida Puritana)
Tal vez la forma más clara de ver la diferencia entre la extrapolación tecnológica y la "profecía" sobre el juicio subsiguiente es cómo las mismas tecnologías, bajo otros supuestos, apoyan narrativas completamente diferentes:
Los smart contracts pueden ser usados para implementar compañías que no involucran a ningún ser humano, completamente aisladas de sistemas legales nacionales… o pueden ser usadas como para organizar sindicatos que garanticen medidas de fuerza instantáneas e inevitables si se viola el contrato de un trabajador.El mismo incremento de poder computacional y comunicaciones que apuntala la narrativa de la caída relativa del poder del Estado puede usarse para justificar su crecimiento: las malas comunicaciones y las dificultades de organización a gran escala han sido usualmente los cuellos de botella en el establecimiento de estados fuertes (en otras palabras, no es históricamente inevitable que la informática sea más compatible con el sistema político americano que, por ejemplo, con el chino).
Los cambios tecnológicos siempre impactan en economías y sociedades --- esto es inevitable. Pero el repertorio de futuros que imaginamos posibles (ya sean utópicos o distópicos) habla más del presente que del futuro, es menos un mapa de nuestras posibilidades que un reflejo de nuestros patrones psicológicos y culturales. El apocalipsis es uno de los más profundos, una meta-narrativa que se ha desprendido de sus raíces religiosas, para ser simplemente uno de los marcos principales a través de los cuales tratamos de entender cómo reaccionar en el presente a lo que pensamos que será el futuro.
No hace falta haber leído el Apocalipsis de San Juán. ¿Le suena Skynet?
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